
Deuda de Pemex con proveedores crece sin freno
Con la deuda de Pemex en niveles récord, la producción cae. Te explicamos las claves de esta situación crítica.
La deuda de Pemex con sus proveedores y contratistas ha alcanzado una cifra alarmante, superando los 430,540 millones de pesos al cierre del segundo trimestre. Este monto, que representa un incremento de más de 26,000 millones de pesos, evidencia la creciente presión financiera sobre la petrolera estatal. En términos prácticos, la empresa más grande de México tarda cada vez más en pagar por los servicios y bienes que necesita para operar, poniendo en jaque la viabilidad de miles de empresas, en su mayoría mexicanas. Estas compañías dependen críticamente del flujo de efectivo para cubrir sus propias nóminas y gastos, generando una incertidumbre que se extiende por toda la cadena productiva del sector energético nacional y afecta directamente la estabilidad de miles de empleos.
El problema se agrava al considerar que el aumento en los pasivos coincide con una caída del 8.6% en la producción de hidrocarburos líquidos, principal fuente de ingresos de la compañía. Menos producción implica menos ventas y, por tanto, menor capacidad para generar los recursos necesarios para saldar sus compromisos. Se trata de un ciclo complejo donde la falta de liquidez podría afectar las inversiones para mantener o aumentar la producción, mientras la baja producción limita aún más el flujo de caja. Esta dinámica no solo compromete la operatividad de Petróleos Mexicanos, sino que tiene implicaciones directas para las finanzas públicas de México, ya que la contribución de la paraestatal al presupuesto federal sigue siendo un pilar importante de la economía.
El impacto de la creciente deuda de Pemex se siente como una onda expansiva. Cuando un proveedor no recibe su pago a tiempo, se ve forzado a recortar inversiones, posponer proyectos o incluso reducir su plantilla laboral. Este efecto dominó amenaza la estabilidad de pequeñas y medianas empresas que forman el tejido industrial de regiones petroleras clave como Tabasco, Campeche y Veracruz. Por ello, la gestión de estos pasivos no es un simple asunto contable para la empresa, sino un factor de riesgo sistémico. La salud financiera de la petrolera es un termómetro de la economía nacional, y su deterioro puede tener consecuencias tangibles en el bolsillo de los mexicanos a través de un menor crecimiento económico y presiones sobre el gasto público.